Terriblemente hastiado por no poder llevar su filosofía de Metacine X al cine convencional decide autoretirarse del cine porno en el mejor momento de su carrera profesional. Para evitar su caída en el abismo, aparece en su vida una mujer, la preciosa Maria Lapiedra, que consigue robarle el corazón al ex director y alejarle de la mala vida de fiestas, alcohol y drogas.
En teoría Ramiro tenía en sus manos todos los ingredientes para un final feliz en la pelicula que protagoniza, su vida. Pero es él mismo quien echa todo a perder y vuelve a caer una y otra vez en su faceta más oscura, llevándole al divorcio de la mujer que más ha amado en su vida y lo encamina directamente hasta la propia autodestrucción profesional y personal.
Ramiro Lapiedra cuenta con pelos y señales en su libro El Arte de la Autodestrucción, el proceso que lleva a un hombre del cielo al infierno.
"Pienso en aquellos años desquiciados y salvajes en que trabajé de portero en discotecas y clubs de carretera por toda la Vega Baja.
Putas, esteroides y noches
demenciales que han dejado lagunas en mi memoria. “Alcohol y derrumbamiento” decía un compañero de aquella época.
En aquellos entrañables
hermanos gitanos culturistas (eran doce nada menos) que trabajaban a mi lado en
esas noches levantinas y que fueron cayendo en los peligros de la droga y la
violencia (quedan vivos sólo cinco).
Pienso sinceramente en que
aquel estilo de vida estuvo a punto de acabar conmigo.
Pero aquí estoy.
Pienso también en cómo me
introduje en la industria del cine para adultos. En los inicios con Celia Blanco,
Ponce, Tillín, en Miriam Sánchez que, convertida en Lucía Lapiedra, me hizo
pasar algunos de los peores momentos de mi vida.
En el amor absoluto que he
sentido y siento hacia mi esposa María, en nuestra boda, en la desintegración
de nuestra pareja, en mis metidas de pata y las suyas, en la posterior y
bellísima reconciliación que duró poco.
Pienso en porqué destruyo siempre todo lo que toco."
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